La Ventana de Trutruka

viernes, diciembre 21, 2007

Trece rosas


Salvo unos breves noticiosos, aparecidos en las páginas web de Radio Cooperativa y del Diario La Nación, prácticamente pasó casi desapercibido el premio otorgado en España al periodista José Henríquez Cornejo. Se trata de la primera versión del Premio Paco Rabal, concedido por la Fundación de Actores Intérpretes Sociedad de Gestión, AISGE.

Hay que decir que José es oriundo del antiguo barrio Santa Isabel de Santiago, más precisamente de Caupolicán con Avenida Italia, hoy muy de moda por sus tiendas de antigüedades, pub y happy tour, y que se avecindó en la madre patria hace una treintena de años, donde se las machuca como periodista especializado en información y crítica teatral en Primer Acto, principal revista de teatro iberoamericana ; en la revista Ubú, de la Red de Teatros Alternativos; en la Guía del Ocio; y en La Semana de Madrid.


Aparte de un billetito nada de despreciable, Pepe recibió una estatuilla del escultor Manolo Linares, por "El rico camino de '13 rosas'", entrevista efectuada a la compañía madrileña Arrieritos Danza, publicada en la revista Primer Acto.
El Premio Paco Rabal es una iniciativa para "distinguir la excelencia en los medios de comunicación" a la hora de abordar cualquier "aspecto sobre el ejercicio interpretativo, ya sea en el terreno de los actores y actrices, la danza, el doblaje o la dirección escénica". Y, en este caso, el Jurado del premio estimó que la entrevista efectuada por Pepe Henríquez aborda con gran minuciosidad el trabajo que la compañía Arrieritos Danza puso en escena -Trece rosas-: "en el proceso de creación de la pieza, sus contradicciones, emociones y hallazgos estéticos".


Trece rosas rojas

Fueron trece jóvenes mujeres ejecutadas a sangre fría, en el verano de 1939, cuando la guerra ya había terminado y Madrid estaba en manos de los franquistas.
Fue en la madrugada del 5 de agosto, junto a la tapia del cementerio de la Almudena de Madrid, a 500 metros de la prisión de Las Ventas. Las trece jóvenes, de entre 18 y 23 años, junto a 43 jóvenes varones, fueron acusadas de reorganizar las Juventudes Socialistas Unificadas para cometer actos delictivos contra el "orden social y jurídico de la nueva España", y condenadas, por "adhesión a la rebelión", a pena de muerte.
Desde entonces, el pueblo español las llama las “trece rosas”. En un reportaje de “El País” (11/12/05), Lola Huete Machado consigna las últimas palabras de una de ellas, Julia Conesa, de 19 años, dirigidas a su familia: “Madre, madrecita, me voy a reunir con mi hermana y papá al otro mundo, pero ten presente que muero por persona honrada. Adiós, madre querida, adiós para siempre. Tu hija que ya jamás te podrá besar ni abrazar… Que no me lloréis. Que mi nombre no se borre de la historia”.

Esta última frase dio el título al largometraje documental de Verónica Vigil y José María Almeda, “Que mi nombre no se borre de la historia”. Episodio, también, investigado por el periodista Jacobo García, en 1985, novelado por el escritor Jesús Ferrero en “Las trece rosas”, en 2003 y documentado por Carlos Fonseca en “Trece rosas rojas”, el 2004.

Historia que, también, recogió la compañía Arrieritos Danza. Un homenaje a Ana López Gallego, Victoria Muñoz García, Martina Barroso García, Virtudes González García, Luisa Rodríguez de la Fuente, Elena Gil Olaya, Dionisia Manzanero Sala, Joaquina López Laffite, Carmen Barrero Aguado, Pilar Bueno Ibáñez, Blanca Brisac Vázquez, Adelina García Casillas y Julia Conesa Conesa.

“Eran modistas, pianistas, sastras, amas de casa, militantes todas, menos Brisac, de la JSU. El suyo se considera uno de los castigos más duros a los vencidos de la posguerra”, escribe Lola Huete Machado, en “El País”.

Va un breve poema: “Trece rosas rojas”, de la cordobesa Matilde Cabello.

¿En nombre de qué patria disecaron las hojas?
¿Qué metralla ha truncado tan virginales tallos?
Trece rosas, apenas nacidas a la lluvia.
Trece sueños desnudos frente a un terror de insomnio.
Era un tiempo de sables. Fue en Las Ventas.
Era la madrugada y era agosto.


Y eso...