La Ventana de Trutruka

miércoles, julio 12, 2006

Chile, entre los extremos y las paradojas

Once muertos, cuatro desaparecidos y más de 30.000 damnificados es el saldo, hasta hoy, del frente de mal tiempo que afecta a Chile desde la zona centro hasta el sur… crecidas de ríos, mar embravecido, clases suspendidas, torrentes incontenibles, alerta roja, desbordes de esteros, zona de catástrofe.
Ese es el Chile al que, en parte, se refiere Rolando Durán en el penúltimo capítulo de su relatorio de viaje por el Sur de las Américas.



La libertad de moverse por la calle, de reír y llorar a la luz del día, sin tener que bajar la voz y mirar para todos lados, de llamar a cuentas a los que secuestraron tanto tiempo la esperanza ... todo estaba nuevo todavía, humeante, con virutas esparcidas por el piso. Claro, Santiago de Chile! Llegué a Morandé 80 y era el final de mi propio camino de Santiago, con una emoción que todavía hoy, me hace temblar y cobijar remolinos. Me quedé un rato, imaginando cuantas veces salió Salvador por esa puerta. Cuantas cosas iría pensando. Así comenzó mi relación con esta ciudad y, probablemente, así seguirá, con una mezcla de bronca, calor de hogar probable, incertidumbre y admiración.

Hoy, Santiago es la ciudad con mayor conectividad de América Latina, su red vial no se sonroja frente a ninguna ciudad del mundo industrializado y en algunos sectores – los altos por supuesto – hay una proliferación de edificaciones de lujo, forradas en vidrio que harían recapacitar a José Arcadio Buendía si no sería Santiago la ciudad de los espejos con la que había soñado.

Estando en Chile, no se puede evitar hablar de cifras. En algunos estratos de esta sociedad el hábito de comparar, de buscar el ranking, de ver cuán lejos están hoy de la América Latina - o de ellos mismos – compite con el fútbol para deporte más popular. Entonces, Santiago es la ciudad con el mejor clima de negocios en la América Latina, y Chile está por encima de Francia e Italia en cantidad de páginas WEB en funcionamiento. En una plaza de Providencia mi computadora se vuelve loca, con la cantidad de señales de WiFi que me invitan a sumergirme en la internet. Sin embargo, el 50% de los chilenos se siente excluido de estas nuevas tecnologías y el estudio más reciente del PNUD concluye que el mayor acceso a estás áreas del progreso no establece ninguna garantía de éxito en el camino al desarrollo humano.

Siguiendo con la estadística, el índice de desarrollo humano de la comunas de Chile, al 2004, muestra una alza general. Una página entera de un diario me explica cómo el 38% de los chilenos tiene sobrepeso y el 22% obesidad y que el promedio de índice de masa corporal es de 28, cuando 25 es lo normal. Santiago, según Mercer, es la 3ª ciudad más cara de Sudamérica y la 4ª de América Latina. Detrás de México, Sao Paulo y Río. Chile ocupa el primer lugar en Suramérica en consumo de marihuana, y eso, ahora estoy muy confundido, no sé si lo ponen como bueno o como malo.

Pero esto es un preludio. Rumbo a la oficina de emergencias del Ministerio del Interior, un taxista conversón, entrado en los 70, me llevaba por el Barrio (avenida?) 10 de Julio. “Aquí”, -me dijo- “fue el barrio de tolerancia de Santiago, cuando todo esto era una aldea. Mire, hasta aquí llegaba la ciudad. Aquí quedaba el teatro Burlesque, po!, querían imitar al Moulin Rouge, y de vez en cuando salían las minas a la puerta. Era re’bonito. Ahora sólo hay repuestos, como 10 cuadras donde usted puede encontrar lo que sea, hasta de las marcas que no han inventado. Eso sí, no deje su auto, porque se queda sólo con la pintura original! Qué lata, po! Antes había repuestos para el corazón, ahora puros fierros que no dan calorcito!”.
Por qué será tan fácil adoptar la nostalgia, endosar los recuerdos como si fueran también de uno?

Después de ese tiempo para el asombro, el cariñito compartido, la nostalgia añeja de alguna mina, que alguna promesa ha de haber hecho, no quedó más que volver a la cordura, extraseca y sin hielo por favor, dijo Serrat.

Chile es uno de los países con mejor capacidad para resistir los movimientos sísmicos. Y eso no es poco decir: en el siglo XX, el 50% de la energía sísmica liberada en el mundo (y dale con los porcentajes) fue en Chile! Como cuatro mil kilómetros de litoral, frente al cinturón de fuego del Pacífico es mucha exposición. Pero en Chile, cuando tiembla, no pasa mucho, nada de los 10 mil muertos que tuvo Mendoza, los 30 mil de Guatemala, los 10 mil de Managua, los 240.000 de China, los 100 mil de Pakistán o las 34,323 personas que el Gobierno militar del Perú determinó que se habían muerto en el sismo de Yungay (la cifra era mucho mayor, pero no había que dar a entender que las cosas andaban mal). Hoy día, en Santiago se construyen 15 edificios por mes, y los hacen bien. Uno se queda con las ganas de mirar a través de un edificio en Santiago, haga la prueba. Se topará siempre con una pared que no admitió puertas, ni la más mínima ventana. Uno de los lados actuará siempre como un muro de gran resistencia a las aceleraciones sísmicas.

Sin embargo, la situación de este país, que no se cansa de los extremos, es bien jodida: 50 volcanes activos, con la más elemental de las vigilancias. Sólo 5 vulcanólogos a cargo, utilizando microsismología nada más. Nicaragua o Ecuador tienen sistemas de monitoreo mucho más sofisticados.

La Araucanía, con el “conflicto mapuche” siempre en vilo, está al desamparo prácticamente. Imposible avisar a tiempo, sobre estos fenómenos. Claro, al igual que en toda parte, los más “vulnerables” no lo son por casualidad. Siglos de exclusión no se saltan así no más. No se los brinca un celular, ni los resuelve la telefonía IP!

Un monitoreo desarticulado de los fenómenos naturales, donde la información se esconde y en el mejor de los casos se vende; combinado con grandes limitaciones, políticas y geográficas, resulta en una población escasamente preparada. Sólo un 30% de los municipios tiene “alguna dinámica” en asuntos de reducción del riesgo y en su mayoría los esquemas son de papel. Veamos: la fosa sudamericana, frente a la costa chilena, tiene un tiempo de respuesta de 5 minutos. La red sismológica chilena, con serias limitaciones técnicas (se ha logrado densificar 10 veces sobre lo que había hace 5 años, gracias a que siempre aparece gente como Carlos Aranda, que igual hipnotiza una cobra chamullándole, que saca de tripas sismógrafos), aún no puede hacer triangulaciones eficientes para localizar rápidamente un sismo. En las actuales condiciones, si se genera un tsunami en esa zona, sería materialmente imposible avisarle a nadie. Otra cosa: de Rancagua para el sur (600 kilómetros de costa) el incumplimiento de los controles de construcción a nivel de vivienda popular, la corrupción, el riesgo viejo ya construido, y la casi imposibilidad que tiene el Estado chileno para supervisar la aplicación de las reglas a esta escala, presenta escenarios de impacto sísmico que los expertos chilenos (de calidad mundial) describen con tristeza e impotencia.

Como dice alguna gente de la Asociación de Municipios, o de la Universidad de Chile, cuando se sale de los municipios urbanos, se encuentra uno con una situación similar a la de Perú o Bolivia. La estructura del Estado Chileno, altamente centralizado y escasamente participativo, hasta el día de hoy, establece un curioso y muy especial balance de poderes y ejercicios territoriales. Mucho control a nivel de regiones y al otro lado de la calle una autonomía municipal atomizada, donde se acaba el control encorbatado del Estado central. Una gran cantidad de municipios con responsabilidad sobre un territorio que no tienen capacidad de controlar y – mucho menos – de planificar para el desarrollo. Para peores, un principio de subsidiaridad que se diluye en el círculo vicioso de la concesión: el Estado traslada el riesgo y la responsabilidad a las empresas privadas, las empresas transfieren el riesgo a las aseguradoras y aplican a la cláusula de “fuerza mayor” que las exime del cómo, del porqué y sobre todo del quién paga. La factura, como siempre, le caerá al pobre usuario. La cereza en el pastel, al tener un Estado tan pequeño, se concesiona también el control, y el bien público termina discutiéndose entre actores del sector privado. Dato simple y contundente: un estudio del BID muestra que el 90% de los impactos de desastres en Chile son absorbidos por el 10% de los municipios. Tigre suelto contra burro amarrado!

Así, para acabar de cansar con este cuento, se encuentra uno con unas fabulosas capacidades, muy exitosas en algunos planos, con una estructura estatal claramente orientada a los centros de poder (la ciudad, por supuesto) y unas estadísticas que invisibilizan con pulcritud las falencias... los pies de barro.

Y eso…