De Buenos Aires y otras yerbas
Seguimos con el relatorio de viaje de Rolando Durán.
Tercera estación: Buenos Aires.
Que va uno a decir de Buenos Aires, después de haberse ahogado con Cortázar en el Subte, de haber llorado con Sabina en el río de la Plata, o esperado, con Gardel volverla a ver, antes aún de haberla conocido.
Algunos dicen que es el París de América. Yo no sé. Me caen mal esas comparaciones y les entro con disgusto. Paris se me parece a Paris y Buenos Aires, por dicha, a Buenos Aires. No recuerdo haber visto nunca en Paris a la gente caminando con un termo para el mate, menos con el fervor desentendido con que hacen aquí esas cosas. Tampoco he sentido el olor a carbón que comienza a salir desde temprano en la mañana, ni el chillido de la carne cuando toca los fierros de la parrilla, con fervor atento. Claro, Buenos Aires tiene edificios majestuosos y grandes espacios. Con el fútbol (me ha tocado ver a Argentina jugando por octavos de final), la gente los ocupa, los llena, los inunda. Y saltan, desde que comienza el partido, hasta como dos días después (ganaron, claro).
Después del partido, donde tuvieron la suerte de ganarle a México, la gente deambuló toda la noche, montó una rumba, el mundo se derritió, los problemas se acabaron. Nada pudieron ni el frío ni la garúa. En la madrugada la calle se confundió entre taxistas que recién entraban al laburo, prostitutas trashumantes que peinaban las calles en busca de aficionados a cualquier deporte, con la guita suficiente para dar calor, y aficionados enronquecidos tocando cornetas y abrazando los postes de vez en cuando, para recordar donde quedaba el suelo.
Muchas otras cosas se quedaron momentáneamente en el olvido. Como las grandes disparidades que siguen caracterizando este país. Argentina tiene una agencia espacial, después de Brasil, la más avanzada de América Latina. En pocos meses tendrán seis nuevos satélites en órbita. En situaciones especiales tienen capacidad de reenfocarlos y escudriñar con precisión de hasta un metro la superficie nacional y partes de Uruguay, Chile y Paraguay. El nuevo sistema, que utilizará con mayor intensidad las tecnologías de radar e infrarrojo y permitirán ver algo que siempre han soñado los ángeles: que es lo que pasa debajo de las nubes!
Precisamente, debajo de las nubes, cuando pasa la sudestada o cuando los otros vientos del sur levantan la humedad, el borroso brillo del neón en Buenos Aires se cubre de gris, y en la “mesopotamia argentina” por donde bajan el Paraná y el Uruguay, la lluvia cae e inunda. Contundente, sin miramientos, sin esperar a que los satélites y los políticos se pongan de acuerdo. Cerca de ahí, el 29 abril del 2003, se inundó Santa Fe. Esta ciudad – otra mesopotamia, sin nomenclatura – está flanqueada por el río Salado y el Paraná. Todo el mundo estaba esperando un desborde del Paraná, para el cual ya había diques y otras obras, pero nadie le puso atención al río que tenían a su espalda. 100.000 personas tuvieron que salir huyendo, los que pudieron. Un tramo nunca terminado del dique permitió la entrada del agua, y después, las viejas obras de protección no la dejaron salir. Una cuarta parte de la ciudad quedó bajo el agua, y hubo que dinamitar los diques para que saliera. Por primera vez en mucho tiempo, la Argentina debió pedir asistencia internacional humanitaria. Los satélites lo sabían.
Una investigadora, Ofelia Tujchneider, relata: “No teníamos datos hidrológicos, ni programas de monitoreo, las obras de defensa estaban inconclusas pero aún así se asumió una situación de seguridad inexistente, carecemos de regulaciones, control y planes de contingencia”.
Algunos estudios muy recientes, como el de indicadores de Riesgo y Gestión del riesgo, elaborado por el BID y la Universidad Nacional de Colombia, muestran como el Índice de Vulnerabilidad Prevalente se ha reducido en la mayoría de países de la región, excepto en la Argentina, donde ha aumentado significativamente.
La falta de resiliencia de las comunidades y un bajo nivel de capacidad institucional para manejar el riesgo aparecen entre las explicaciones determinantes. Por ejemplo, el 72% de los hospitales o no tiene o no practica planes de contingencia y el 80% no tiene estudios de su vulnerabilidad estructural.
En la Cruz Roja Argentina se habla de un 35% de la población bajo el nivel de indigencia. El PNUD indica que la población viviendo bajo la línea de pobreza extrema aumentó más del triple entre 2000 y 2003. De la Patagonia para abajo, los impactos de las heladas y tormentas de nieve, casi no se pueden cuantificar. En otras palabras, no se sabe siquiera cuando la gente se afecta.
Como dijo Sabina, sobran los motivos!
Mirar estas situaciones me hace recordar aquella canción de Eduardo Falú que decía:
El islero siente resignadamente
que su pobre vida
queda acorralada como su ranchada
sobre un albardón,
su suerte está echada en esta anegada
soledad perdida,
en donde la lluvia de invierno diluvia
y la sudestada mantiene empacada
la furia inocente de la inundación.
Juanito Laguna, mirando la luna
que se hizo con agua
y las crestonadas que al norte en bandadas
emigrando van,
en su barro tierno de dolor eterno,
medroso presiente
que en aquel invierno vendrá la creciente
dejando sin rancho, desnuda la gente,
sembrando en las islas la devastación.
Y eso...
3 Comments:
Gracias por compartir estos relatos tan entretenidos e
interesantes.
Hermano... muy buena la crónica de viaje por Buenos Aires, lástima que no me mandó este chamigo para compartir unos vinitos... un fuerte abrazo.
Alejo.
Muy buena la entrega.
Publicar un comentario
<< Home