La Ventana de Trutruka

viernes, junio 09, 2006

Cosas del fútbol


A los amigos y amigas del fútbol
A quienes saltarán de alegría por el triunfo de la camiseta de sus amores
A quienes sufrirán decepción y andarán con las caras largas porque sus equipos perdieron,
A unos y a otros, un saludo en este día de fiesta y de mundial.

A los costarricenses, argentinos, ecuatorianos, mexicanos, paraguayos, trinitenses, brasileños...
Los entiendo bien... sin ser el fútbol una de mis pasiones.
Para uds. esta especie de oración que me mandó el chamigo Alejo Luna, fanático del Boca porteño. He aquí algunos de los versos que ya vieron la luz en este blog ("Para los amigos del Sporting Runfla", 23 de octubre 2005):

"Cómo vas a saber lo que es el amor si nunca te hiciste hincha de un club.
Cómo vas a saber lo que es el dolor si jamás un zaguero te azotó la tibia y
el peroné.
Cómo vas a saber lo que es el placer si nunca ganaste un clásico barrial.
Cómo vas a saber lo que es llorar si jamás perdiste un clásico sobre la
hora con un penal dudoso.
Cómo vas a saber lo que es el cariño si nunca acariciaste la redonda de
chanfle entrándole con el revés del pie en el cachete para dejarla jadeando
bajo la red.
Cómo vas a saber lo que es la solidaridad si jamás saliste a dar la cara
por un compañero golpeado sin fe desde atrás.
Cómo vas a saber lo que es la poesía si nunca tiraste una gambeta.
Cómo vas a saber lo que es la humillación si jamás te hicieron un caño.
Cómo vas a saber lo que es la amistad si nunca devolviste una pared.
Cómo vas a saber lo que es el pánico si nunca te sorprendieron mal parado
en un contragolpe.
Cómo vas a saber lo que es morir un poco si jamás fuiste a buscar la pelota
adentro del arco...
Cómo vas a saber lo que es la vida, hijo mío, si nunca, jamás, jugaste al
fútbol".

El poema-oración es más largo e igual de sentido.

Otra maravilla para la reflexión, si bien se refiere a un mundial del siglo pasado, da cuenta de los tendones que el fútbol es capaz de hacer vibrar. Este se encuentra en la obra de teatro After Sun, del dramaturgo español Rodrigo García
"Quiero ser Diego de Velázquez para, en vez
de pintar a la Infanta Margarita de Austria o
al Conde Duque de Olivares, tener en mi
estudio de Madrid, en 1700, a Maradona.
Y quiero ser Diego de Velázquez para pintar
un retrato de la selección de fútbol en la
misma sala de Las Meninas y en lugar de
Las Meninas.
Y quiero ser Francisco de Goya y Lucientes
para pintar a Maradona jugando con la
pelota en San Antonio de la Florida. ..
Quiero que se abran todas las puertas de mi
cerebro y de mi corazón y meterle a los
ingleses, en un mismo partido, dos goles:
uno con la mano derecha y el otro
regateando con la zurda a todos los
adversarios..."

Y, bueno, recordemos el festivo y relajado cántico de los niños de Calella de la Costa, que cita Galeano en su libro 'El fútbol a sol y sombra':
"Ganamos, perdimos,
igual nos divertimos".

Y eso...

2 Comments:

At 4:26 p. m., Blogger RIT said...

Espero me visites y me pongas en tus contactos para que tus conocidos conozcan mi Blog, se que tu tambien quieres a Taltal. Saludos

http://taltal-hoy.blogspot.com/

 
At 5:16 p. m., Anonymous Anónimo said...

Me enviaron este articulo ayer,
leí hoy tu blog de Trutruka,
y seguimos con el Mundial
de Football ... todo el mes...

Planeta fútbol

Por: Ignacio Ramonet / Le Monde diplomatique
Publicado el Domingo, 11/06/06 03:28pm




La compra y venta de futbolistas refleja el estado del mercado en la época de la globalización liberal: las riquezas están en el Sur pero se consumen en el Norte, el único que tiene los medios para comprarlas. Del 9 de junio al 9 de julio nuestro planeta se verá sumergido por un peculiar maremoto, el del fútbol, cuya fase final de la Copa del Mundo se desarrolla en Alemania. Se trata del acontecimiento deportivo y televisivo más universal. Varias decenas de miles de millones de telespectadores, en audiencia simultánea, seguirán los 64 partidos de la prueba que opone a 32 equipos nacionales, representantes de los seis continentes.

La confrontación alcanzará su máxima intensidad el domingo 9 de julio, cuando los dos últimos equipos clasificados disputen la final en el Olympiastadion (construido por Hitler para los Juegos Olímpicos de 1936). En ese momento, más de dos mil millones de personas -la tercera parte de la humanidad- en 213 países (la ONU sólo tiene 191 Estados miembro) se encontrarán ante sus pantallas. Y ninguna otra cosa contará para ellos.

La competición actuará entonces como una formidable pantalla y ocultará cualquier otro acontecimiento. Para gran alivio de algunos. Por ejemplo, en Francia, Jacques Chirac y Dominique de Villepin apuestan sin duda a esta hipnótica distracción colectiva para tratar de hacer olvidar el tenebroso caso Clearstream. Y lograr un respiro.

"Peste emocional" (1) para algunos, "pasión exultante" (2) para otros, el fútbol es el deporte internacional número uno. Pero indiscutiblemente es más que un deporte. Si no, no suscitaría semejante huracán de sentimientos en conflicto. "Un hecho social total", lo definió el gran ensayista Norbert Elias. Cabe afirmar que constituye una metáfora de la condición humana. Porque según el antropólogo Christian Bromberger, permite vislumbrar la incertidumbre de los estatus individuales y colectivos, como asimismo los azares de la fortuna y el destino (3). Favorece una reflexión sobre el papel del individuo y el trabajo en equipo, y da lugar a debates apasionados sobre la simulación, la trampa, la arbitrariedad y la injusticia.

Como en la vida, los perdedores en el fútbol son más numerosos que los ganadores. Por eso ha sido siempre el deporte de los humildes, que ven en él, consciente o inconscientemente, una representación de su propio destino. También saben que amar a su propio club es aceptar el sufrimiento. En caso de derrota, lo importante es permanecer unidos, juntos. Gracias a esta pasión compartida, se tiene la seguridad de no quedar nunca aislado. "You will never walk alone" (Nunca caminarás solo) cantan los hinchas de Liverpool FC, club proletario inglés.

El fútbol es el deporte político por excelencia. Se sitúa en la encrucijada de cuestiones capitales como la pertenencia, la identidad, la condición social e incluso la religión, por su aspecto sacrificial y místico. Por eso los estadios se prestan tan bien a las ceremonias nacionalistas, a los localismos y a los desbordes identitarios o tribales, que desembocan a veces en violencias entre hinchas fanáticos.

Por todas esas razones -y sin duda por muchas otras, más positivas y festivas- este deporte fascina a las masas. Las cuales a su vez interesan no solamente a los demagogos sino sobre todo a los publicistas. Porque más que una práctica deportiva, el fútbol es hoy un espectáculo televisado para un público muy amplio cuyas vedettes se pagan a precio de oro.

La compra y venta de futbolistas refleja el estado del mercado en la época de la globalización liberal: las riquezas están en el Sur pero se consumen en el Norte, el único que tiene los medios para comprarlas. Y ese mercado (a menudo compuesto por engañados) da lugar a formas modernas de trata de personas (véase el artículo de Johann Harscoet, páginas 24 y 25).

Los medios financieros puestos en juego son exorbitantes. Si Francia se clasificara para la final, el precio de una cuña publicitaria de treinta segundos en la televisión alcanzaría los 250.000 euros (es decir, 15 años de salarios de quien percibe el salario mínimo). Y la Federación Internacional de Fútbol Asociación (FIFA) va a percibir no menos de 1.172 millones de euros sólo por los derechos televisivos y los patrocinios de la Copa del mundo en Alemania. Por otra parte se estima que el total de inversiones publicitarias vinculadas con la competición va a superar los 3.000 millones de euros.

Estas masas de dinero enloquecen. Toda una fauna de negocios gira alrededor del balón. Controla el mercado de las transferencias de jugadores, o el de las apuestas deportivas. Algunos equipos no vacilan en hacer trampa para asegurarse la victoria. Los casos comprobados son legión. Como lo confirma el escándalo que sacude actualmente a Italia. Y que podría llevar a la Juventus de Turín, un club mítico, acusado de haber comprado a los árbitros, a ser degradado a división inferior. Así va pues este deporte fascinante. Tironeado entre sus esplendores sin igual y sus abyecciones cuyo efecto se parece a veces al del barro en un ventilador. Salpica a todo el mundo.

 

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