La Ventana de Trutruka

miércoles, agosto 09, 2006

Manchas de color

El libro de cuentos “Días de Campo”, de Federico Gana Gana, publicado en 1916, es considerado uno de los cien mejores títulos de autores chilenos publicados desde 1910 hasta la fecha, de acuerdo a la encuesta “La biblioteca del bicentenario” que realizara la Revista de Libros de El Mercurio, entre críticos y colaboradores, y que publicó el recién pasado viernes 4 de agosto. Si Mercurio dixit, debe ser así!
Gran reconocimiento a un autor olvidado, que ciertamente produjo poco. De hecho, su obra se limita a una docena de cuentos y a un centenar de reflexiones publicadas en los diarios de la época bajo el epígrafe “Manchas de color”.
Pero no sólo la encuesta hace justicia a este olvido literario. Su nieto Federico Gana Johnson acaba de publicar “Reencuentro con Federico Gana”, donde rememora, investiga, y rescata del “letargo a quien hoy sólo subyace en la historia de la literatura nacional clásica”.
Sus cuentos, historias de campo. Sus Manchas de color, “estampas que, como bocetos al pasar de los momentos del día, resultan ser finalmente la más elocuente radiografía de todo aquello que constituyó la vida del autor, la emoción romántica de algún instante, la visión poética de una realidad observada, alguna confesión.”. Y reflejan “una tristeza que insiste en permanecer”. Veamos esas manchas…de color.


Londres

Fue allá, ¿te acuerdas?, en la ciudad inmensa y famosa que envuelven brumas y nieves, donde floreció nuestro amor. ¿Te acuerdas? En nuestro incierto paseo, dejamos atrás el gran río sobre cuyas aguas oscuras y silenciosas reverberaban las llamas inquietas de los faroles como una fragua enorme y fantástica. Y en aquel anochecer de invierno tú murmuraste a mi oído, con una voz perfumada de amor, estrechando mi brazo tembloroso contra tu corazón: ¡Huyamos muy lejos, no sé adonde!
Y como poseídos de un vértigo, marchábamos rápidamente un instante por las callejuelas oscuras y pobres de aquella ciudad extranjera ............................................................................................................................ Después, fatigados y tristes, regresamos.
¡Esa ha sido toda nuestra historia!

Vagancia

¡Oh!, mi buena ropilla vieja, cuánto bien me haces hoy, en primavera, mientras vago por el campo verde, entre damas lujosas y elegantes caballeros; cómo abrigas y consuelas a mi humilde corazón, a mi triste corazón, que ha esperado tantos años despertar algún día con el mágico resplandor de unos ojos celestes.

Entré silenciosamente...

Entré silenciosamente y te alzaste fría e indiferente, tendiéndome con fatiga tu blanca mano de nieve.
Me senté lejos de ti. Jugaba con mi bastón, trazando figuras sobre la alfombra. Afuera reía el sol y adentro una fresca sombra de primavera caía sobre los objetos.
Mi alma desfallecida no pedía ya ni los besos ni las caricias de otro tiempo; buscaba, como un consuelo en su desamparo, un albergue junto a ti, cerca de las frías cenizas de los recuerdos de amor.

Melancolía

Estoy viejo, amigo mío, y lo siento cuando, frente a las copas de vino rojo -aquéllas que estremecían nuestros corazones con las ilusiones ardientes de la pubertad y de los locos placeres-, mi cabeza medita y me entristecen los recuerdos. Pienso en los amores que se fueron, en las viejas amantes que ya hoy ni pretenden siquiera inclinar la cabeza fatigada sobre un pecho juvenil, vigoroso y amado.

La copa vacía

La copa está vacía y helada. Ya no será posible que se derrame sobre ella el licor ardiente y perfumado de rosas.
Una luz de cansancio y de tristeza brilla fúnebremente a través del pálido cristal y me hiere como una espada. En la estancia hay un silencio de desesperación, porque la puerta se ha cerrado para siempre.
Y la copa es fría y blanca, y la sala es triste y muda como una tumba .
Y en el silencio, contemplando esa copa inmóvil, siento en mi corazón el deseo de llenarla de sangre, de fresca sangre de corazones que no han amado, puros y blancos, como era tu alma antes del día en que bebiéramos juntos el licor ardiente y perfumado de rosas.

Voces íntimas

- ¿De qué hablas?

- De amor
- Ha muerto hace tanto tiempo, que mi corazón no sufre, ¡oh!, no sufre al recordarlo.
- De gloria.
- ¡La gloria es la bruma del mar!
- De amistad.
- La amistad sólo brilla ante el rojo resplandor de los vapores del vino.
- ¿De qué hablas, entonces?
- Hablo de tu esperanza
- Mi esperanza es sombría como la última luz sobre el mar.



Diálogo secreto-

¿Qué mirabas hacia arriba?-
La noche impenetrable, tenebrosa.
- ¿Qué esperas?
- Nada espero, porque todo ha muerto.
- ¿De qué vive tu alma?-
Del misterio infinito del ensueño.
- ¿En qué sueñas?-
En lo que es grande, multiforme y vago.
- ¿Qué hiciste de tu vida?
- La arrojé por la borda al mar inmenso
- ¿Y por qué la arrojaste?
- Porque mi vida era pequeña y triste.



Y eso…

2 Comments:

At 10:21 a. m., Anonymous Anónimo said...

Me he encontrado con la grata sorpresa esta mañana. Qué hermosa y entusiasmante manera de empezar el día! Te agradezco el tiempo y la dedicación que le has
dado a mi abuelo y a mí mismo. Gracias por esta información
que lanzas al mundo y que sigue reviviendo a mi abuelo, que tanto lo merece.

 
At 5:06 p. m., Anonymous Anónimo said...

Amigo mío, tengo que decir que estos textos son un lazo fundamental con la cultura nuestra y cuando se vive lejos, más que un lazo es un abrazo.
La calidad de lo posteado es bonísima y motiva a ir más lejos, "ir à la source". Desde este extremo del planeta no siempre es fácil encontrar lo que uno quisiese leer, pero tú nos mantienes al día y eso es una guía para buscarlo cuando nos escapamos de la nieve canadiense siguiendo el sol de nuestro Chilito.
Gracias una vez más por tus entregas y felicitaciones por esta nutriente iniciativa. Para mí es comparable a un caldillo de mariscos.

 

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