La edad no existe, los años no existen
A propósito de cumplir años, qué cantidad de reflexiones, risitas bobaliconas, dudas, miradas de reojo al carné de identidad, velados insultos, ternuras, incredulidad. “Ni falta que te hacía tener que pasar por ese miserable recordatorio de que alguien lleva la cuenta de los años. Contemos en quinquenios, decenios, o mejor "minimicemios" esta manía de contar”.
Cincuenta años. “Cincuenta brindis harás, cincuenta veces dirás que sí o cincuenta veces dirás que no”.
Un poco más, 55, 57, qué relevancia tiene? Me recuerdan que don Nicanor Parra dice “nunca he despreciado/ yo a los viejos/ porque sé que un día/ viejo yo seré”.
“ ...es que la edad, los años, no existen, - me escribe Pato Frías- son un prejuicio, que cada uno siente y experimenta en forma absolutamente incomparable, no homogénea, imposible de comparar, como sumar peras y manzanas. Cada uno se asigna un grado de juventud, cada uno tiene una mirada para verse, para juzgarse, para evaluarse. Y esa mirada, aunque pueden cambiar detalles accidentales, sigue siendo casi la misma”. Lo mismo afirma Neruda, en Oda a la edad. “Yo no creo en la edad./ Todos los viejos/ llevan/ en los ojos/ un niño, / y los niños / a veces / nos observan/ como ancianos profundos”./
Putas que eris chico! Eres un crío, señor de 5 décadas. O bien un desmemoriado. Tal vez por esa razón, amistades del Rimac recordaron “las épocas en las cuales (el festejado) tenía memoria y sabía cuantos años cumplía”. Si ya no distingue las sílabas, “con s o c son sin cuenta”. Cuento con Silvio: “Llego al club de los cincuenta/ y una mano trae la cuenta./ Llama la atención la suma/ desde hoy hasta mi cuna./ Cada fuego, cada empeño,/ cada día, cada sueño,/ viene con importe al lado,/ a pesar de lo pagado./
¿No será un truco publicitario?, se pregunta Ana María. Fe de errata exige JK, “para tus amigos que habitamos en la tierra, digo por si alguien cree que un año es la vida y diez una eternidad”. Ni modo, retruca Mario, “me has vuelto a los treinta y tanto, que más puedo pedir?”.
Estos y muchos más presentes se deslizaron por los vericuetos del e mail; a las nubes, Tres María y rayos de sol, se sumó desde Huasco el desierto florido y “si hasta el desierto puede florecer, tenemos esperanza no?”. De Chiu Chiu llegaron “con violines, cellos, flautas barrocas y unas que otras percusiones del altiplano” y de Panamá una curiosidad: “Hace unos días vi la cinta "La puta y la ballena" y me pareció que tu espíritu aventurero rondaba por allí... “ Habrá que ver... Que lo pase bien, vivirlo a concho, aunque no se dice eso a alguien que se quedó sin lágrimas. Infinidad de brindis, besos, abrazos y extravíos, "tu verdadera debilidad, los extravíos". Y seguimos cantando, el turno es de Serrat, “de vez en cuando la vida nos besa en la boca”.
Y, musito el final de la Oda a la edad: “Ahora,/ tiempo, te enrollo, / te deposito en mi/ caja silvestre / y me voy a pescar / con tu hilo largo / los peces de la aurora!”/.
Eso...
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