La Ventana de Trutruka

domingo, septiembre 04, 2005

Paso al progreso

¿Que sucede a los vecinos de un barrio cuando observan derrotados que sus casas, en donde vivieron gran parte de su vida, donde nacieron sus hijos, donde celebraron tantas fiestas, son demolidas por el paso del progreso? Las máquinas demoledoras no saben de sentimientos ni de rincones ni aromos ni parrones. Cómo no entender al amigo Marcelo Zurita que nos escribe desde Montevideo y recuerda la casa vieja, de la calle Florencia, de Santiago.
“Esa casa vio crecer a mis hermanos y fue cómplice de mis juegos sobre el
techo, en las cornisas.
Su viejo parrón del fondo entregó sombra generosa a los asados con vino
tinto organizados por don Carlos Zurita Parada.
Por la ventana del antejardín se metía el sol, alumbrando el cuarto de
Gloria Alicia, en cuya cabeza crecía un tumor extraño.
Cuando visité esa casa, por primera vez, no podía creer la cantidad de
puertas que tenía. Y la extensión de su patio. Era una cacha de fútbol para
uno que venía de un departamento chiquito y pobre, de San Joaquín, allá por
el Zanjón de la Aguada. Era enorme, tenía dos baños, una cabaña, un columpio
colgando del parrón y hasta un gallinero que supo cobijar a dos gallos de
pelea. Hubo que sacrificarlos, recuerdo, porque saltaban a los patios
vecinos, en busca de otros gallos, sedientos de riña.
Allí, los primeros acordes de la guitarra. Las primeras notas del piano
vertical, el primer beso tímido, el pánico cuando las botas sonaban sobre el
pavimento de la calle Florencia, tras el toque de queda.
A esa misma casa antigua vuelvo, cuando piso Santiago.
Y los recuerdos están como prendidos a la hiedra, junto a las parras, cerca
del damasco.
Me vino de golpe toda esta vida de casa antigua justo hoy.
Justo ahora, cuando mi madre me anuncia que derrumbarán la casa, dentro de
unos meses, para levantar un gran edificio en la calle Florencia.
Precisamente allí, entre el gigantesco gomero de la entrada y la pajarera
del patio”.
Sobre este mismo tema se ocupó el cineasta Ignacio Agüero en su documental "Aquí se construye (o ya no existe el lugar donde nací)". En él, Agüero registra el transcurso del tiempo, en un espacio que se transforma al compás de los cambios que impone el mercado. En el filme, un residente de un barrio en la comuna de Providencia, en Santiago de Chile, observa y sufre la demolición de la casa contigua y la construcción de un edificio sobre el mismo lugar, a lo largo de dos años. A modo de epílogo, este habitante percibe que la luz que entra por las ventanas de su casa ya no es la misma, que casi todos sus vecinos se marcharon, y que hasta las colonias de pájaros emigraron. Sólo le queda mirar desde abajo a los nuevos moradores que se encaraman en los balcones del nuevo edificio.
Esta vez es el turno de las viejas casas de la calle Florencia del barrio San Miguel de la capital.
Y Marcelo intenta una última oportunidad, un reclamo tal vez... pero ya dijimos que las máquinas demoledoras de casa no tienen sentimiento.
“Pero si todavía no terminé de pintar el mural del fondo!
Pero si no han madurado aún los membrillos para llevarlos en el bolsón de
cuero, con hebillas, del colegio!”, se queja Zurita.
Eso...