Importa un carajo
Me llegó un saludo de un amigo muy querido –el Pato- que quiero compartir con todos uds. Se refiere a los bullados 50 años celebrados hace poco y que fue sugerente motivo de reflexiones.
“Qué alegría saber que cumples tan hermosa edad.
Lo de cumplir años, y los diversos hitos emblemáticos, son absolutamente inestables, cambiantes, engañosos. Pues no existe ningún criterio objetivo, ni comparativo para evaluarlos.
Cada persona los siente en forma distinta. Pero eso no es nada; en la medida en que transcurren los años, esas percepciones y evaluaciones, pierden absolutamente su sentido, hasta llegar a parecer ridículas.
Lo único que queda, es estar feliz cada cumpleaños, recordando la vieja sabiduría de tantos filósofos, que recuerdan que el pasado ya no existe, y el futuro tampoco, existiendo sólo el presente, que es lo único que tiene realidad. Ergo, cada instante es riquísimo, y la persona que tú tienes delante en cada instante, es la más valiosa del mundo.
Por otra parte, cuando pasan los años, por ejemplo en mi caso, recuerdo una cierta preocupación, una cierta desazón, no sé si amargura, o tensión. 50 años los veía lejanos cuando era joven; son sinónimo de vejez, o en el mejor de los casos, de madurez. Se asumen de mal grado, a regaña dientes, como fatalidad ineludible.
Pero, al pasar de los años, uno piensa, qué inmensamente feliz sería de volver a tener 50 años. Saltaría en una pata, abriría las puertas y ventana y gritaría a todos los vientos, haría fiestas, saldría a correr, a subir cerros, escribiría, pondría por escrito esa enorme felicidad, ese gozo inenarrable.
La única conclusión posible, es que la edad, los años, no existen, son un prejuicio, que cada uno siente y experimenta en forma absolutamente incomparable, no homogénea, imposible de comparar, como sumar peras y manzanas.
Cada uno se asigna un grado de juventud, cada uno tiene una mirada para verse, para juzgarse, para evaluarse. Y esa mirada aunque puede cambiar detalles accidentales, sigue siendo casi la misma.
Uno siempre ve al niño que era, al adolescente que era, al joven comenzando la vida. Es maravilloso. Uno puede intentar comparar esa imagen con la que ve en el espejo, y puede reírse de sí mismo, encontrarse idiota por tener esos delirios, esas fantasías, pero esa imagen no puede borrarse, ni las arrugas, ni las canas, ni nada, pueden borrarla. Allí está, siempre presente, siempre feliz, iluminando el camino. Importa un carajo que esa cara no coincida con la que ves tú mismo cada mañana en el espejo, con la que ve tu familia, tus amigos, tus compañeros de trabajo, los que te dan el asiento en la micro, los que te atienden en un banco o en una ventanilla, o te ven pasar en la calle. ¡Un carajo! Esa cara es imborrable, persistente, luminosa, llena de energía y alegría. Es chora, capa, bacán, como quieras llamarla.
Yo creo, muy dentro de mí, que tú, y cada uno de nosotros, caminamos en la vida al encuentro de esa cara. Y estoy plenamente convencido, que algún día la encontraremos, y volverá a coincidir con la del espejo, con la de los otros. Estoy seguro, huevón, créeme, no seai ganso, Chao.
Patricio”
Wena , Pato, gracias. Así no más es, puh!
Eso....
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